Introducción
La obesidad es actualmente un problema de salud pública que afecta a todo el mundo llegando a considerarse incluso una epidemia, según la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el año 2016 el 39% de las personas ≥18 años tenían sobrepeso y el 13% eran obesas y de acuerdo a la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2018 en México el 40.2% de las mujeres y 30.5% de los hombres sufren de obesidad (World Health Organization, 2020) (INEGI/INSP, 2018).
Ante la epidemia de COVID-19 la obesidad ha jugado un papel muy importante para la progresión hacia forma graves de la enfermedad generando una pérdida en la regulación del metabolismo necesario para las interacciones celulares y una respuesta del huésped eficaz. Además, la obesidad se asocia a un estado proinflamatorio con una expresión mayor de citocinas y una desregulación tisular de leucocitos afectando la respuesta inmunitaria adaptativa contra el virus SARS-COV-2 (Sattar , McInnes , & McMurray, 2020).
Además de la susceptibilidad del estado inflamatorio crónico de las personas con obesidad ante ciertas patologías, también puede existir una deficiencia de micronutrientes que afecta a ciertas vitaminas, minerales y oligoelementos ocasionando una alteración del sistema inmune el cual tiene una fuerte relación con productos antioxidantes y prooxidantes que protegen del estrés oxidativo a células inmunocompetentes, tales como la vitamina A, C, D y E, el zinc, entre otros (Rosero, y otros, 2020).
Por lo tanto, es necesario el acceso a alimentos saludables no solo con el objetivo de reducir las deficiencias de los micronutrientes implicados en una respuesta inmunológica eficaz contra patógenos reduciendo la susceptibilidad y las complicaciones de COVID-19 sino que debe considerarse los hábitos alimenticios saludables para la reducción de peso mejorando el estado inflamatorio crónico de estos pacientes (Butler & Barrientos, 2020).
Discusión
La obesidad ha sido considerada como una enfermedad sistémica crónica multifactorial, caracterizada por una acumulación excesiva de grasa que puede generar riesgos para la salud (Rodrigo-Cano, Soriano del Castillo, & Merino-Torres, 2017) (Chacín , y otros, 2019).
Además de ser considerada como una enfermedad, la obesidad también es el principal factor para la morbilidad y mortalidad prematura y para más de 20 enfermedades crónicas, como la diabetes mellitus 2, la hipertensión arterial, enfermedades cardiovasculares, apnea del sueño y más de 10 tipos de cáncer (Upadhyay, Farr, Perakakis, Ghaly, & Mantzoros, 2018).
De la misma forma, la obesidad ha sido relacionada con el desarrollo de COVID-19 grave, siendo factor de riesgo para hospitalización, ingreso a la unidad de cuidados intensivos (UCI) e incluso la muerte, asociándose un mayor riesgo de intubación a pacientes con un IMC ≥35 (Petrova, y otros, 2020). En un estudio de 23 593 muestras de mexicanos evaluadas por sospecha de COVID-19, resultaron positivas 3 844, de las cuales el 17.4% eran de pacientes con obesidad mostrando un riesgo 1.43 veces más de desarrollar COVID-19 grave (Denova-Gutiérrez, y otros, 2020). Sin embargo, en otros estudios se ha encontrado asociación de COVID-19 con obesidad de hasta 40%, de igual manera se ha relacionado con una estancia hospitalaria más prolongada y a una fácil diseminación en estas personas (Petrilli, Jones, Yang , Rajagopalan, & O Donell, 2020) (Moriconi, y otros, 2020). Un artículo reporta que los pacientes con obesidad presentan hasta 3 veces más riesgo para mortalidad que los no obesos, llegando incluso hasta ser 5 veces mayor en obesidad grado III (IMC≥40) (Tenorio-Mucha & Hurtado-Roca, 2020).
El consumo de una dieta occidental basada altamente en grasas saturadas, azúcares y carbohidratos refinados en conjunto con una deficiencia en el consumo de fibra, grasas insaturadas y antioxidantes, activa el sistema inmunológico innato y deteriora la inmunidad adaptativa, provocando un estado de inflamación crónica y por ende un deterioro en la defensa del huésped contra los virus, incluyendo el SARS-COV-2 (Butler & Barrientos, 2020).
Los ácidos grasos saturados activan vías de señalización que producen mediadores proinflamatorios así como infiltración de macrófagos en los alveolos en tejido pulmonar, siendo algo importante en COVID-19 por el daño alveolar que se produce, a su vez estos mismos ocasionan un aumento del estrés oxidativo con reducción de la respuesta inmune adaptativa, por lo que es recomendable, una disminución en el consumo de estos alimentos (Rogero & Calder, 2018). En contraste, los ácidos grasos polinsaturados, así como el ácido graso omega-3 de pescados y mariscos se han relacionado con bajos niveles de mediadores proinflamatorios y reacciones antiinflamatorias.
Es conocido que los pacientes con obesidad presentan disminución de ciertos oligoelementos y vitaminas, implicados en la adecuada respuesta del sistema inmunológico por medio de una reducción del estrés oxidativo, en algunos casos a pesar de un cumplimiento con los requerimientos diarios, como la vitamina A y D, debido a su liposolubilidad y secuestro por tejido adiposo, así como baja exposición solar por sedentarismo para la producción de vitamina D. (Iddir, y otros, 2020) (Bento, Matos, Cordeiro, & Ramalho, 2018) (Savastano, y otros, 2017).
La deficiencia de vitamina A se ha asociado a un mayor riesgo de infecciones, jugando un papel importante en la diferenciación, maduración y adecuada función del sistema inmunológico innato, aunado a esto un nivel bajo de vitamina A suele presentar alteraciones en el parénquima pulmonar aumentando el riesgo de disfunción pulmonar y enfermedad respiratoria, a su vez esta vitamina modula la actividad del sistema renina-angiotensina y la expresión del receptor de la enzima convertidora de angiotensina, este receptor es el mecanismo de entrada del virus SARS-COV-2 a las células. Por ende, la deficiencia de vitamina D se correlaciona como factor patógeno de COVID-19, por lo que los niveles de esta vitamina deben ser evaluados en los pacientes con obesidad y apoyándose de suplementación en casos necesarios (Hastie, y otros, 2020).
Otras vitaminas cuya deficiencia suele asociarse a la obesidad son las C y la E, con un papel importante como antioxidantes e inmunomodulación al promover la proliferación, diferenciación y maduración de linfocitos T e inhibir la secreción de citocinas proinflamatorias, por lo que la inclusión en la dieta de estos pacientes es de suma importancia para mejora del estado inmunológico (Thomas-Valdés, Tostes, Anunciacao, da Silva, & Pinheiro Sant´Ana, 2017) (Gutiérrez Medina, y otros, 2016).
En relación con los oligoelementos y obesidad se ha encontrado deficiencia de zinc en comparación con pacientes no obesos (Cediel-Giraldo, Castaño-Moreno, & Gaitán-Charry, 2016). La deficiencia de zinc puede ocasionar una disminución de la quimiotaxis y fagocitosis de células polimorfonucleares, así como una reducción en la regulación de enzimas involucradas en la destrucción de algunos patógenos (Gammoh & Rink, 2017).
Conclusión
Por todo lo anterior se recomienda que en pacientes con obesidad ante el COVID-19 se abstengan de alimentos con un contenido alto de grasas saturadas y azúcar, acompañado de un aumento en el consumo de fibra, grasas insaturadas, omega 3, cereales integrales y antioxidantes tanto de vitaminas liposolubles (vitamina A, D y E) como hidrosolubles (vitamina C), con el fin de estimular la respuesta inmunológica eficaz en estos pacientes, y nunca olvidar la importancia en la reducción de peso para mejorar el pronóstico de estos pacientes y evitar complicaciones respiratorias por COVID-19.
Autor: L.N. Yovana Eusebio Villegas
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